María Elena Higueruelo
Finalista del Premio Adonáis 2019
Patio de recreo para niños mayores
Yo aleúyo, tú aleúyas, él aleúya—
aleuyar es un juego que consiste
en ser empujado
(poco a poco)
con una piedrita hasta la tierra.
Veinte – dieciocho – quince: has vuelto
a sentir la violencia del ojo-
bisturí; de la palabra ajena,
extraña sentencia pronunciada
como un susurro en altavoz.
Trece – diez – siete: has vuelto
al lugar del rito infantil;
presa del corro caníbal, eres
otra vez chivo expiatorio —tú la llevas.
Undostrés: estate quieta.
Undostrés: escóndete.
Los niños mayores cantan (cinco, cuatro)
contentos el himno de tu caída.
De tizón tu espalda manchada,
el verbo (tres) y la carne (dos)
vuelven a ser uno:
«estás demasiado
callada».
Los niños mayores cantan:
¡Aleúya! ¡Aleúya!
Marina Casado
Finalista del Premio Adonáis 2019
Los gritos caídos
Tengo un amor como tengo la noche,
de esa forma compleja y olvidada
en la que se desatan las espigas.
Tengo tu nombre al borde de la boca
y tengo un miedo tenaz a pronunciarlo
sin llenarme la sangre de septiembres.
(Septiembre a veces se confunde con un acantilado.)
He visto mundos fabulosos en tus ojos,
besos, barcas, libélulas.
He invadido los bosques de tu ausencia
solo por un instante.
Tengo un amor como tengo una muerte
y los dos se parecen en las manos vacías,
en su forma sutil de acantilado.
Mi voz es alta y soñolienta igual que las espigas
y te grita en silencio,
sin pronunciar tu nombre arrasado de miedos,
bajo la bóveda implacable de la noche.